Elige tu propia aventura: un réquiem de amor y una oda a la amistad
Queridos amigos,
Cuando hace unos cuatro años comencé a visitar a Elena, mi psicóloga, sentía que había algo que me separaba de vosotros, que había una barrera que me impedía darme a conocer, que existía un abismo entre la amistad y el amor que tenía que ver con mostrarse ante el otro. Ahora pensaréis que eso es imposible (soy una cursi escribiendo una newsletter a sus amigos), pero me ha costado mucho saber cómo hacerlo, qué me ocurría, darme cuenta de que tenía miedo a ser frágil porque jamás había podido detenerme a llorar.
Hace unos cuatro años apenas era capaz de hacer comprender mi dolor a mis parejas. Cargaba sola con la responsabilidad de enamorarnos. De hecho, os confesaré que ese fue el motivo por el que terminó mi última relación. Pensaréis que podría haberlo hecho él —sostener el peso emocional durante el tiempo que la tristeza no me permitía hacerlo a mí— pero él no sabía. Jamás lo había hecho. Tampoco mostraba un interés exacerbado. Ahora no deseo ser así. Ya no deseo corresponder las expectativas de lo que se supone ser mujer en una relación, levantar la alfombra de los traumas de mi pareja para poder comprenderle. Pero comprender tu forma de amar no te hace cambiarla. Son las prácticas de la intimidad las que nos definen. No sé cómo seré en un futuro si tengo pareja. Hace tiempo que me da miedo que ese compromiso vuelva a despertar en mí aquella Olivia entregada que no retornaba a sí misma, aquella persona que tan solo era una mujer enamorada de un hombre que no la merecía.
Pero hoy no he venido a hablar de esto, he venido a deciros orgullosa que este año mi padre y yo hemos aprendido a amar un poco mejor. Este amor que sentimos va más allá de lo romántico, es el amor de los compañeros de trabajo, es el amor de la amistad. Este ha sido vuestro año, amigos, por eso estoy escribiendo esto con emoción, y los ojos un poco empapados de todo el amor que siento. Vosotros me habéis salvado.
Como ya sabréis, este también ha sido el año del rechazo masculino. Yo ya no soy deseable para los hombres. Gracias a ello, aprendí a deconstruir mi deseo, a dejar de necesitar validación, a amar como antes no sabía. Sé que me queda mucho camino por recorrer, que no siempre es fácil hacer compatible la amistad con un mundo enfermo de celeridad y pocos espacios comunes, pero vaya año, queridos. Me parece haber vivido un millón de vidas. Y vosotros habéis estado en todas.
Resumamos un poco las cosas para poder comprenderlas mejor (también he hecho un collage para los más despistados y menos lectores). De algún modo me gustaría que lo que viene a continuación fuera un réquiem por la muerte del amor y, al mismo tiempo, un renacer de este, una oda a la amistad.
El uno de enero mi abuelastro murió de un ictus (murió unos días más tarde pero, a efectos prácticos así comenzó). Poco después, o un poco antes, me quitaron una muela en el dentista (la única cosa que he recuperado este año). Un día antes de mi cumpleaños, el 8 de febrero, murió Marnik (todavía no me he acostumbrado a vivir sin él). El 17 de febrero decidí teñirme por primera vez (supongo que la depresión se veía desde lejos, pero consumir y cambiar mi imagen era lo único que me hacía sentir bien). Continué un máster que no me interesaba. Comencé a tomar antidepresivos. En el máster conocí a Gerard, que me dio unos besitos porque pensó que tenía buenas ideas (depresivas nietzscheanas) y quería aprovecharse de ellas para crecer personalmente (al menos eso me dijo él).
Quizá el rechazo de Gerard fue el primer rechazo que me impactó. No porque él me gustara mucho (me gusta, en general, el amor), sino porque no lo comprendía. Entendedme, comprendo perfectamente que alguien no me desee, lo que no comprendo es que alguien finja el amor, sea capaz de prostituirse, solo para aprovecharse de unas ideas que son absolutamente patéticas, apenas relevantes, adquiribles en cualquier libro de Nietzsche o de Foucault. En fin, que le bloqueé y no he vuelto a saber de él. Primer eliminado (esto se va a volver una newsletter de crímenes y amor).
Tras ello continué mi vida con la normalidad de una persona que se moría de tristeza. Con suerte, me apoyaba en vosotras. Íbamos juntas a presentaciones de libros y de discos, asististeis a mis conferencias e incluso María y yo organizamos una clase juntas en la universidad. Martí me vino a buscar en más de una ocasión a casa para sacarme de la cama, me acompañó a mil sitios distintos y recogimos el premio extraordinario de grado con camisetas deprimentes. Martí, Andrea e Isaac se enamoraron, y yo también me enamoré de sus parejas (que, aunque me cueste el amor, mis amigos eligen muy bien su compañía). Yo me teñí de pelirroja, y eso ha ido variando hasta hoy, que todos me habéis visto.
Durante el transcurso de ese tiempo conocí a mi gran amor de este año (fíjate que solo duró tres semanas): mi querido Arnau, que ahora ya no es tan querido, con quien protagonicé mi propia película romántica hasta que volvió con su ex. Durante esas tres semanas, por lo menos, nos besamos, follamos como dos personas deprimidas follan, conocí a sus amigos, y nos dijimos alguna que otra cosa bonita (un te quiero era demasiado para entonces). Me fui a Zaragoza para acudir a la presentación del libro de Pol Guasch. Pol me dio su correo para que le enviara mi novela (jamás aprovecho estas oportunidades, amigas). Mientras yo estaba en aquella presentación, Arnau quedó con su ex. Aun así me quedé, queridas, confié porque yo no soy celosa, pero sobre todo porque soy comprensiva. Unos días más tarde, tras una llamada de dos horas y media hablando del amor que nos teníamos y de las dudas que él tenía respecto a Sofía, Martí y yo los encontramos en Aribau caminando abrazados por la calle. Las dudas se habían disipado. Amigas, yo soy comprensiva, pero no gilipollas, y sobre todo soy sincera. Le llamé desde la distancia y lo que pasó os lo cuenta Martí como testigo:
“L’Arnau ja era al nostre davant, evitava a l’Olívia i em mirava a mi, i en veure’l alçar la mà vaig pressentir el cop de puny que em venia directe, i fins i tot el vaig entendre, perquè per salvar aquella situació calia una bona dosi de violència del tot irracional. Malgrat la por, estava tranquil, ja que sabia que l’Olívia em venjaria, així que vaig tancar els ulls i em vaig preparar per a la col·lisió.”
Versión completa en: https://www.dropbox.com/scl/fi/dhzna56zt7xlob6hh9x99/Newsletter.pdf?rlkey=1baza7dmqlq17sii1zlsmpmfq&st=msdl3f07&dl=0 (¡no dejéis de leerlo!)
En fin, tras ello, tuve citas con un moderno de Barcelona que se escudaba en el poliamor por su miedo al compromiso y conocí a un psicópata por Bumble. Ilusa de mí, obnubilada por el precio de una habitación en Sant Antoni por 300 euros me vi en la obligación de visitar su piso y comprobar si aquello era un zulo especulativo o merecía la pena. En esa incursión temeraria nos besamos y, de repente, él se enfadó porque decía que tengo voz de anime. Amigas, yo no he follado mucho este año, diría que apenas me he corrido si no es masturbándome sin compañía, pero juraría que solo hay una leve modulación de mi voz cuando me excito (¿será que los hombres son unos exagerados?). En cualquier caso, él pensó que estaba impostándola. Me preguntó si había pensado en dedicarme al doblaje (supongo que al de películas porno) y seguidamente intentó echarme de su casa arrojando mis botas bruscamente contra el suelo. Al minuto, cuando yo mencioné que tenía la regla y que no pretendía nada más con él por si se había incomodado, me pidió perdón, me suplicó que me quedara y procedió a confesarme que lo que en realidad le pasaba es que pensaba que yo tenía polla. ¡Un tránsfobo salvaje apareció! Tiririririri (música de Pokemón). En fin, luego fui al baño y descubrí que se medicaba.
Me quité las redes sociales de citas. Nada bueno depararían hombres horribles y egoístas, y psicópatas y tránsfobos y un largo etcétera de calificativos para los hombres que podrían definir mi 2024 sin ninguna duda. No he vuelto a tener citas desde entonces. Marc y yo nos besamos durante una semana y luego, como siempre, volvimos a la rutina solitaria pero placentera. Él siguió siendo el empresario de una discoteca que no tiene tiempo ni ganas de besarme, y yo continué con mi vida asumiendo aquello con total normalidad. Más allá de eso, corté la relación con mi madre, fui al salón del manga con vosotras, seguí trabajando y leí y escribí y cosí y el resto ya os lo sabéis porque me leéis, amigas, porque nos vemos.
Ah, se me olvidaba, también conocí a un guiri mientras leía a Eva Baltasar en el Parc de la Ciutadella y nos enamoramos durante tres días en los que me vino a buscar al trabajo, y cenamos, y paseamos, y nos besamos, y buscamos un hotel pero todo era demasiado caro, y me regaló La sombra del viento en plan “hahah prank” con una dedicatoria que no era tan prank y era muuuy bonita, pero bueno, eso ya para otro día.
De momento, he dejado de confiar en el amor, mi upgrade ha consistido en vivir desde la distancia amores por mujeres y por hombres un poco más mayores de la cuenta. No sé si eso es un upgrade, pero al menos ya no tengo que aguantar las frases superficiales y evidentes de un hombre egoísta que no está dispuesto a explorar su deseo más allá del miedo a la otredad.
Este año no haré propósitos, ni promesas. Ya sabéis que yo no puedo creer en el futuro. Gerard dice que todos somos nostálgicos por no sé qué cosa del cerebro, pero yo no estoy segura. No sé si todo el mundo es nostálgico. ¿Cómo tener nostalgia si no has vivido nada que merezca la pena recordar?
Felices fiestas, amigas. Feliz año. Espero que esta newsletter os esté gustando. Espero poder seguir escribiendo y que vosotras me leáis mucho tiempo más. Fantasearemos juntas con que mis ex-amantes me leen en secreto. Seguro que, si lo hacen, dejan de tener nostalgia de mí, o quizá comiencen a tener nostalgia de algo. Tampoco nos importa.
Me han regalado una lámpara por navidad. También un cacharro para hacer pompas que me ha gustado mucho. Hoy he quedado con Rodri. Mañana veré a Mario, un gran amigo y uno de los primeros chicos a los que amé aquí, en Zaragoza. El año que viene, amigas, seguiremos paseando juntas, riéndonos, llorando y viviendo. El año que viene nos vemos, queridas, para seguir queriéndonos. Os quiero, amigas, no lo olvidéis.